Conocí a un arquitecto que una vez había hecho un edificio nuevo...
Imagino este comienzo para uno de esos cuentos de Italo Calvino en el que un personaje inverosímil es perfectamente creíble, porque todas las situaciones que vive son reflejo de la realidad más cotidiana.
Lo cierto es que en este momento no es habitual encontrar arquitectos que realicen proyectos de nueva planta y que, probablemente, esta circunstancia se prolongará durante bastante tiempo. La inversión en edificación ha dejado de ser altamente rentable y los arquitectos, como un eslabón más de este negocio, nos hemos quedado sin trabajo.
Me pregunto hasta qué punto estamos ante una oportunidad para recuperar la arquitectura como arte capaz de mejorar el modo de habitar, aprovechando la enfermedad, quizás la muerte, del negocio del edificar. Y me gusta pensar que la transformación del hábitat, como necesidad básica que es, escapa del mundo de las finanzas y de los mercados.
El final del cuento podría ser que, por contra, conocemos a muchos arquitectos ocupados en mejorar las condiciones de vida de la población, preparados para aprovechar los pocos recursos con los que se cuenta y capaces de transformar las casas que ya existen con la colaboración de sus pobladores: arquitectos de nueva planta.
Quizás todo sea sólo un cuento.
Imagino este comienzo para uno de esos cuentos de Italo Calvino en el que un personaje inverosímil es perfectamente creíble, porque todas las situaciones que vive son reflejo de la realidad más cotidiana.
Lo cierto es que en este momento no es habitual encontrar arquitectos que realicen proyectos de nueva planta y que, probablemente, esta circunstancia se prolongará durante bastante tiempo. La inversión en edificación ha dejado de ser altamente rentable y los arquitectos, como un eslabón más de este negocio, nos hemos quedado sin trabajo.
Me pregunto hasta qué punto estamos ante una oportunidad para recuperar la arquitectura como arte capaz de mejorar el modo de habitar, aprovechando la enfermedad, quizás la muerte, del negocio del edificar. Y me gusta pensar que la transformación del hábitat, como necesidad básica que es, escapa del mundo de las finanzas y de los mercados.
El final del cuento podría ser que, por contra, conocemos a muchos arquitectos ocupados en mejorar las condiciones de vida de la población, preparados para aprovechar los pocos recursos con los que se cuenta y capaces de transformar las casas que ya existen con la colaboración de sus pobladores: arquitectos de nueva planta.
Quizás todo sea sólo un cuento.
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